Gritos de fraude, protestas y cacerolazos en los barrios contra la proclamación de Maduro

Vecinos de Petare y otros sectores populares de Caracas salen a protestar en medio de un enorme despliegue policial contra los resultados anunciados por la autoridad electoral.

Anoche hubo dos noches en Venezuela. En la primera, una multitud celebró anticipadamente los resultados de las elecciones, conversando con vecinos y participando, no sin forcejeos, en los conteos de las papeletas de las mesas en las que votó, cuando las posibilidades de cambio político lucían claras. En la segunda noche, el presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, dio un escueto boletín en que proclamó como ganador a Nicolás Maduro con el 52% de los votos con el 80% de la las actas escrutadas.

El país se sumió en un silencio, después de haber pasado casi 24 horas en la calle. Miles de venezolanos decidieron madrugar el domingo para ser los primeros en votar y proteger los centros de cualquier acción que pudiera que pudiera impedir los comicios y luego decidieron nuevamente madrugar para esperar los resultados. Desde casa, los opositores, con una trayectoria acumulada en cacerolazos y protestas durante los últimos 25 años de un solo Gobierno, hicieron sonar sus ollas anoche y gritaron con desespero “¡Fraude!” y “ladrones” ante las pantallas en las que vieron las declaraciones de las autoridades electorales.

Pasada la resaca de la noche, durante la mañana de este lunes un cacerolazo espontáneo volvió a encenderse en Caracas, principalmente en sectores populares, donde no se creen los resultados. “No me sorprende lo que ha pasado, pprque fue muy descarado. Tenemos actas en nuestro poder que indican que Edmundo ganó”, dice Tamara Almeida desde el barrio San Blas en Petare. En algunas zonas, la protesta matutina no duró mucho y la ciudad volvió al silencio bajo un aguacero. En varios barrios de la ciudad la gente se mantiene en la calle, mientras Maduro habla una vez más por televisión desde el CNE, durante su proclamación como presidente por seis años más. En el oeste de Caracas, unos vecinos de los barrios de El Cementerio quemaron basura en la autopista para intentar bloquear el paso antes de que la Guardia Nacional disolviera la manifestación.

En otros barrios de Caracas, salieron cientos de personas a tocar cacerolas en las calles, bloquear las vías y hacer caravanas de protesta con las consignas que crearon en la campaña. “No quiero bono, no quiero CLAP [en referencia a los comités locales de abastecimiento y producción que reparten las bolsas de comida], yo lo que quiero es que salga Nicolás”, gritaban los conductores de un río de motocicletas que se movía por la parroquia La Dolorita, según videos que corrieron por las redes sociales. Iban todos a la Redoma de Petare, donde cientos de vecinos confluyeron para protestar. “No me siento derrotada, este es principio del fin. La manifestación de la gente ha sido espontánea”, dice Katiuska Camargo, líder comunitaria en San Blas.

Con el cierre de los centros de votación, el Gobierno desplegó a la policía y los militares a la calle con equipos antimotines. Algunos grupos de civiles armados con los que todavía cuenta el chavismo protagonizaron escenas intimidatorias. La medida también generó que se retrasara la entrega de actas a los testigos luego de la transmisión de los datos. Camargo pudo obtener las de los centros que tenía a cargo entrada la madrugada, con el apoyo de sus vecinos en la calle. Este lunes ya las entregó al comando de Edmundo González.

Como parte de las horas finales de la jornada, se registraron hechos de violencia en distintas regiones del país. Un hombre murió en Táchira y otras personas resultaron heridas luego de un ataque con morteros a un centro electoral. En Caracas hubo un altercado entre colectivos de motorizados y personas que esperaban resultados frente a un centro de votación. Pese a lo ocurrido, el mayor incidente de la jornada, ocurrió en la televisión, mientras Amoroso leía los resultados.

Poco podía ocurrir una noche en la que las calles estaban militarizadas. Por primera vez en unas elecciones, las policías —incluidas los temidos servicios de inteligencia— no estuvieron acuarteladas y tuvieron un rol activo en las votaciones. Desde el viernes había alcabalas y patrullaje. En la Plaza Altamira, en la madrugada de los resultados estaban preparados para disuadir un enorme disturbio. Esta zona en el este de la ciudad fue escenario de fuertes enfrentamientos desiguales entre los cuerpos de seguridad y manifestantes antichavistas; los primeros con balas y bombas lacrimógenas, y, los segundos, con piedras y escudos de madera. Las heridas de la represión de 2014, 2017 y 2019, con más de 150 asesinados, miles de heridos y detenidos, están frescas en el asfalto.

En la espera de los resultados, el contingente de más de 200 efectivos antimotines de la Policía Nacional Bolivariana apostado en el lugar, estaban echados en los bancos, viendo sus teléfonos y comprando cigarros en un kiosco que permanecía abierto.

Después de la descarga de cacerolas y gritos por los balcones, algunos a punto de ahogarse en el llanto y otros en la ira, solo había ruido frente al Palacio Miraflores. Un grupo con camisas rojas seguidores del chavismo esperaba festejar. El Gobierno había instalado una pantalla y preparado una programación musical para festejar el cumpleaños número 70 de Hugo Chávez y esperar los resultados. Ante ese grupo, un Maduro distinto al histriónico y bailador de la campaña de los últimos meses, llevó el regalo de la victoria y la continuidad de la revolución envuelto en un fraude, cantado por la gente que se expresaba desde sus ventanas y sobre el que una cascada de comunicados de la comunidad internacional han comenzado advertir. Lo ocurrido estaba dentro de los escenarios de mayor costo político para el Gobierno. En pocas horas, en algunas calles de la ciudad han comenzado a pintar sobre los murales de la propaganda chavista que decían “futuro” la palabra “fraude”.

Fuente: El PAIS


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